La historia, que hoy contaban diversos medios, no tiene desperdicio. Ha salido una sentencia que declara probados tres delitos de violencia de género infligidos por un policía local de Santander a su ex mujer. Hasta ahí, además de ser una vergüenza que quien tiene que ser garante de derechos sea el que los pisotea, no es demasiado extraño. Lo más increíble de este caso es que este hombre, además de ser el presidente de la Asociación de la Policía Local de Cantabria, tenía su puesto en el servicio municipal de atención a la mujer maltratada. Vamos, como poner al lobo al cuidado de las ovejas. Es difícil ahondar en la vida privada de nadie y saber si pega a su mujer o no, pero no deja de ser de ciencia ficción que este individuo todavía sea oficialmente agente de la autoridad, tras salir ya condenado en primera instancia -y llevar más de un año de baja-, según cita el Diario Montañés. Y no sólo eso, sino que se le trasladó de esa oficina a otro sitio tras ser detenido. O sea, que han seguido -hemos seguido, quiero decir- pagando a un agente detenido por malos tratos. ¿No hubiese sido más lógico apartarle del servicio para que se defendiera en el juicio? El alcalde ha dicho que se va a actuar al máximo nivel pero casos como éste deberían resultar ejemplarizantes por la responsabilidad social que tiene la policía, que son los que nos deben proteger. De la Justicia ya ni hablo, porque después de hacerle pasar las de Caín a su ex mujer que le condenen a ciento y pico días de trabajo para la comunidad y 333 euros me parece inconcebible.
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2 comentarios:
Que fuerte, España es un pais en el que cada año se licencian miles de abogados ¿para qué valen?
¿Para conseguir una multa de 333 euros a una mujer maltratada? al final parece que hasta que no te mueres nadie hace nada.
Propongo soltar a ese hijo de mil putas arrastradas desnudo por un monte, y luego ir detrás de él con escopetas y galgos caníbales. Sería una condena bastante más proporcionada que esa especie de mal chiste que le han impuesto.
Y la política seguida con él, agrego, me recuerda mucho a la que siguió la archidiócesis de Boston con los curas pederastas.
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