Aunque no son exclusivas de una zona en concreto de Santander, parece ser que la calle Castilla, a pesar de las recientes obras realizadas en ella, siguen acaparando los mayores elogios en cuanto a este asunto. No es raro acabar, en un día de lluvia, con el agua subiéndote más arriba de la rodilla después de haber pisado una de estas minas antipersona acuáticas. Es increíble, además, lo mal hecha que está la ciudad para afrontar unas precipitaciones fuertes. Por poner un ejemplo, el túnel de la calle Burgos, que tiene 15 años, se inunda cada vez que cae agua en condiciones. Sé que es imposible prever todas las situaciones, pero lo que no tiene sentido es que, en un lugar como Santander, en el que hay mucho agua, las alcantarillas estén taponadas y rebosen o no sean suficientes para achicar todo lo que cae. Algo se ha hecho mal, pero no contentos con ello, ni siquiera hacen bien las nuevas obras para tratar de minimizar en lo posible el daño. Debe ser que Íñigo de la Serna no pasea mucho por esa zona, porque si no, seguro que algún operario municipal o de empresa subcontratada se iba a la calle. Basta ya de hacer las cosas a medias o deprisa y corriendo, porque la ciudadanía lo que quiere es que, ya que les molestan, y bastante, que las obras se hagan bien. Y creo, además, que no es pedir mucho. Pero viendo el mundo en el que nos movemos parece que es solicitar lo imposible.
viernes, 28 de noviembre de 2008
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