Es un fenómeno que casi todos habremos sufrido alguna vez en esta bendita ciudad -aunque supongo que no será, por desgracia, patrimonio exclusivo de ella-. Cuando llueve en Santander no sólo hay que estar atentos al cielo por el agua que cae, sino que también -yo me atrevería a decir que sobre todo- uno debe ir pendiente del suelo. En esos momentos es cuando aparecen las temidas "baldosas bomba". Uno va andando por una calle y, de repente, pisa una pieza que está suelta y que esconde un bonito charco debajo de ella. Cuando nos damos cuenta de lo que está ocurriendo ya es tarde porque el agua que salta a nuestro paso ya nos ha alcanzado la rodilla, al tiempo que nos mancha completamente los zapatos y los pantalones. No hay señales de aviso como en los campos de minas ni nada que haga presagiar el "fatal" desenlace, aunque algunas zonas de la ciudad son más proclives para que esto ocurra. No entiendo por qué este problema no se soluciona en verano fijando bien todas las baldosas al suelo, para evitar que el agua se cuele entre las que están rotas. Señor Alcalde, esto es responsabilidad exclusiva del Ayuntamiento, así que articule las medidas necesarias para que la gente no tenga que tirar sus pantalones a la basura por la mezcla de agua, grasa y suciedad que les caen encima cuando pisan una de estas armas de destrucción -de ropa- masiva. Debe ser que donde vive no sufre este problema, por eso le invito a que se dé un paseo por otras zonas y compruebe el estado que presentan éstas. Más dinero para esto y menos para construir torres de 300 metros.
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3 comentarios:
Quñe sabio comentario, estoy harta de acabar con la ropa sucia, y eso si no vas en falda, que el agua llega hasta donde estáis pensando...
jejeje, muy bueno el nombre de "Baldosas Bomba". En mi comunidad de vecinos cambiamos el suelo hace poco, pero lo pusieron mal y hay baldosas bomba. Las tenemos convenientemente señalizadas, en plan campo de minas. Deberíamos hacer eso también en la ciudad, marcar las baldosas bomba para que no se vuelva a mojar otra persona más.
Jajaja, que recuerdos cuando iba por el paseo de Reina Victoria al colegio y, gracias a mi uniforme, había días de lluvia que llegaba a clase o a casa con las medias llenas de puntitos negros de la mierda que saltaba de las baldosas, cuando no con las bragas manchadas con las mismas gotas, según la prisa que me tuviera que dar.
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